El sumo pontífice se disculpó por la colaboración de la Iglesia católica en el violento proceso de culturización de los indígenas en Canadá, pero obvió mencionar los abusos físicos y sexuales.
No fue la Iglesia católica la que denunció el “genocidio cultural” que se llevó a cabo en Canadá entre la segunda mitad del siglo XIX y la segunda mitad del siglo 20.
Aquel líder liberal propició las investigaciones que empezaron a revelar las atrocidades ocurridas durante un siglo. Se fueron conociendo casos espeluznantes, como el del internado católico de Mount Cashel, en la isla de Terranova.
En 1883, el entonces primer ministro John McDonald defendió la continuidad y la ampliación del proceso, explicando al Parlamento que si “la escuela está en la reserva, el niño vive con sus padres, que son salvajes y aunque puede aprender a leer y a escribir, sus hábitos y modo de pensar siguen siendo indígenas”.