La negociación de Schiaretti con los dirigentes nacionales de la UCR exaspera a los opositores locales, pero también desconcierta al electorado. La competencia Llaryora-Juez sigue siendo la única certeza en Córdoba.
La escena ya se repitió tantas veces en el despacho principal del Panal que podría haber perdido efectividad. Pero cada vez genera reacciones más intensas.
El retrato de Juan Bautista Bustos que está en el despacho de Schiaretti ya vio pasar a los principales dirigentes radicales –hicieron punta el gobernador jujeño y presidente de la UCR, Gerardo Morales, y el diputado Facundo Manes– y el viernes fue el turno del senador Martín Lousteau, quien además de ser vicepresidente de la UCR es el referente de la promesa local del radicalismo, Rodrigo de Loredo.
La supuesta construcción schiarettista es muy difícil de comprender: sólo adquiere algún viso de posibilidad en un escenario de hecatombe económica e institucional. Y como nadie en política puede confesar que esas hipótesis se consideran cada vez más factibles, el proyecto de Schiaretti no se entiende.
La tercera coincidencia de las encuestas es que De Loredo hoy sería imbatible como candidato a intendente de Córdoba, ya que ningún candidato de Hacemos por Córdoba se le aproxima. Al menos faltan 10 meses para la elección provincial –para la elección municipal faltaría más– y en ese plazo casi todo es posible.