Siglos atrás dichas criaturas transitaban malos momentos; en la actualidad los especialistas investigaron y pudieron arrojar un diagnóstico sobre que les sucedía
, un primo herbívoro de tamaño mediano del Triceratops más grande que vivía junto al Tyrannosaurus, tenía unen la espinilla. Posiblemente, el cáncer se había propagado a otras partes de su cuerpo y se cree casi con certeza que era terminal.
Se dieron cuenta de que podían usar su experiencia combinada para tratar de encontrar un osteosarcoma. Aun así, encontrar un caso potencial no fue tarea fácil. A menudo se observan patologías en especímenes fósiles, pero en realidad no están organizados de acuerdo con esta característica, dice Evans.
, aparte de huesos fosilizados y otros tejidos duros como dientes y, a veces, piel, plumas o cabello. “Lo más probable es que esto podría haber sido lo que ocurrió en nuestro dinosaurio hace 150 millones de años”, dice Woodruff. “Sabemos que los hongos tienen una historia evolutiva ridículamente larga, también habría sido un componente importante de estos entornos”.